Mi amigo David cree firmemente en la teoría del bocadillo y dice que todo es 'entrepanable', es decir, susceptible de acabar entre dos panes y convertirse en un bocadillo. De ejemplos hay un montón: el bocadillo de croquetas de la Bodega Montferry, el clásico con doble de hidratos de tortilla de patatas, el de ensalada rusa del Bar Torpedo o el inexplicable y poco práctico bocadillo de calamares madrileño.
Sea como sea, hacer buenos bocadillos es un arte que hay que dominar. En nuestra casa, a menudo, hemos pecado de no esforzarnos demasiado. Unos trozos de embutido y de queso, el tomate fregado en el pan, un chorro de aceite y abajo. Quizás es por este motivo que no paran de abrir locales de bocadillos italianos de toda la bota, que nos pasan la mano por la cara una diversidad de panes, salsas y condimentos aterradora.
Bar Sagàs: mucho más que bocadillos
No obstante, en el Pla de Palau, desde mayo de 2011, tenemos el bar Sagàs, un bar de bocadillos que son mucho más que bocadillos: son como tapas. ¿Y verdad que comemos las tapas acompañadas de pan? Pues, aquí, igual. Porque incluso el bocadillo más sencillo viene bien cargado de ingredientes sabrosos, con la cantidad adecuada de salsa, y todo nos hace pensar que aquí honran el bocadillo y lo enaltecen con cálculo, pensamiento y trabajo.
Oriol Rovira, el maestro tras las recetas y chef de Els Casals, ha querido llevar un trozo de Sagàs, el pueblo que da nombre al bar, a Barcelona, y los embutidos que allí elabora y que hoy son famosos en todo el país. Las butifarras blancas y negras, la catalana, la sobrasada y la longaniza, la butifarra del perol y la chistorra, y todavía más, forman parte de los ingredientes de bocadillos deliciosos que decapitan el hambre a cualquier hora, desde el mediodía hasta la medianoche, gracias al horario continuo del Sagàs, virtud que lo convierte en un bar tan práctico como un bocadillo.
De todos los bocadillos que leo a la carta (y también tienen cosas para picar, como ensalada, tomate abierto y bravas), sorprende el de tartar de vaca vieja y sardina fumada dentro de una coca de Folgueroles, el de langosta al estilo Maine o el mítico lomoqueso, con lomo fresco y lomo fumado, cheddar, emmental y queso cremoso.
Pero si tuviera que destacar solo a uno, este sería el llamado Medianoche Cubanito. En apariencia, parece una especie de bikini, pero no. Quizás es el bocadillo menos visto de toda la ciudad, y ahora mismo soy incapaz de pensar en ningún otro sitio que lo sirvan (agradeceré que me lo hagáis saber), y es una pena porque está buenísimo.
El mejor bocadillo de Barcelona: el Medianoche Cubanito
El Medianoche Cubanito es un bocadillo que se hizo famoso al principio de siglo XX, nació a la comunidad cubana que vivía en Ybor City y West Tampa, en Florida, y trabajaba en la industria del tabaco. Lleva trozos de cerdo asado y también jamón dulce, pepinillos en vinagre, queso cheddar del bueno y una dosis importante y necesaria de mostaza que ayuda a poner un matiz ácido y brillante entre tanta suculencia. Un pan de Viena planchado es capaz de cuidar el relleno y de aportar el aroma y el sabor irrepetibles de Maillard del pan tostado.
La historia explica que se le decía Medianoche por su formato pequeño, que difería del Cubanito de día, mucho mayor. Pero eso no es una pega: el pan estrecho del Medianoche Cubanito de Sagàs pega perfectamente con aquello que tiene que ser un bocadillo, es decir, un bocado portátil que se pueda sostener fácil y cómodamente en las manos. Ahora bien: una vez te lo acabas, es muy posible que quieras pedir otro.