La calle Lleida barcelonesa, en los últimos decenios, se podría haber conocido como calle Galícia, ya que está en esta frontera urbanística que separa Poble-sec, Sant Antoni y Sants donde se establecieron marisquerías gallegas de gran prestigio, como el Rías de Galicia de los hermanos Iglesias (ahora renombrado como Rías Kru) o Camarote d'en Tomás, que ahora nos ocupa. "Nos gusta estar al lado de un referente como Rías Kru, porque nuestra oferta se complementa y elevamos juntos la calidad de nuestras propuestas de marisquerías tradicionales actualizadas". Quien lo asevera es Josep Ribot, copropietario del Camarote d'en Tomás, un profesional de la restauración de larga experiencia con proyectos por toda la ciudad, conjuntamente con su esposa y socia, Núria Espallargas.
Esta pareja ha tomado el relevo de la anterior pareja de propietarios del restaurante, Tomás y Montse, que a finales de los años 90 abrieron el restaurante, con un claro perfil de marisquería gallega. Esta es la línea que Ribot y Espallargas mantienen, conscientes de la rabiosa actualidad del formato: "Trabajamos con proveedores locales, desde el Mercado de Sant Antoni a los pescadores en barca propia de Sant Feliu de Guíxols", explica Ribot. Ellos proveen (y garantizan la frescura) del marisco y el pescado salvaje que luce en la vitrina, estrella indiscutible del local y faro donde ir a escoger una buena come.
Los hits son las sepionets de costa, la gamba de Palamós y las cigalas de Vilanova, compartiendo protagonismo con esplendorosas piezas de rodaballo, lubina, alfonsino o escórpora, cuando es temporada y se encuentra. Apostando por una cocina de poca intervención, al Camarote se viene a disfrutar de la excelencia de la materia prima al horno, a la plancha o a la sal (si procede) con patatas panaderas y verduras de acompañamiento. Solo hace falta acercarse a la vitrina de exposición, mirar, escoger y ponerse las botas.
Esta es una fórmula que funciona desde hace años y generaciones, de tan simple y sabrosa que es. Un lujo sencillo para quien le gusta el pescado y el marisco bien cocinado, en su punto justo de cocción: una destreza que no todo el mundo sabe ejecutar en las cocinas domésticas y que aquí, en el Camarote, se hace con gran profesionalidad. De la cocina y de garantizar la alta calidad del producto se encarga Núria en sus funciones de chef ejecutiva, aunque con Josep comparten supervisión de cocina y de servicio: "Este proyecto es un caramelo para nosotros", confiesa él, "siempre hemos querido tener un restaurante de este perfil y que estemos tanto Núria como yo cada día no es solo una obligación, es un gozo como profesionales". Mucha clientela fiel de la anterior gestión del Camarote ha vuelto, interesada, y ha suscrito inmediatamente su fidelidad, porque poco o nada ha cambiado, más allá de detalles de decoración y perfeccionamiento de operativa. Este Camarote de Tomás 2.0 convence.
Pero ojo, que el comensal no solo disfruta de marisco y pescado fresco. A las maravillas frescas de la vitrina se suma una corta carta de entrantes donde destacan encurtidos caseros (como la gilda o los boquerones en vinagre), el carpaccio de gamba o el desmigado de bacalao, ejecutado todavía siguiendo la receta de Montse. Hay una representación de guiso marinero, en forma del Guiso del Día, como unos excelentes calamares cebados. Y hacen clausura y fin de fiesta unos postres caseros entre los cuales destaca la Tarta de Santiago, el pastel de queso y el pastel de limón al estilo inglés.
En el Camarote todos los bolsillos son bienvenidos, y se nota en la variedad de piezas (y de precios) que se encuentran tanto en la vitrina y en la carta como las referencias de vinos seleccionadas: "Tenemos una pequeña selección de vinos de calidad", explica Josep, "donde hemos primado que haya tanto vinos reconocibles como referencias que no sean muy caras, sin hinchar precios". Lo que a uno se le hincha es el pecho de orgullo y satisfacción, como le pasaba al monarca emérito, en cuánto finaliza la experiencia en el Camarote d'en Tomás: sin florituras, los canyuts del Delta, las cigalas, las gambas, los sepionets y el calamar de playa han aparecido en la mesa con la fanfarria de una fiesta que se disfruta sin prisas, con un servicio impecable, solícito y rápido.