Solivella es un pequeño pueblo de la Conca de Barberà justo en medio de la carretera que va hacia Andorra. Un municipio más de la veintena de la comarca, si no fuera porque tiene el mejor restaurante de cocina tradicional de la zona. Un espacio de culto a la buena carne que convierte el pueblo en parada obligatoria para los amantes de la cocina de siempre.

Lugar nostálgico y tradicional

Debía de tener ocho o nueve años la primera vez que comí en Cal Travé. El único recuerdo que guardaba era la sensación de haber disfrutado de la mejor comida de mi vida. Con los años he ido olvidando el nombre del restaurante, pero siempre que oía 'Solivella' recordaba aquel restaurante de carne a la brasa que de pequeño me había fascinado. Una década después, he tenido la suerte de volver, y puedo asegurar que sigue siendo un lugar fascinante con el mismo buen gusto por la gastronomía.

Una imponente brasa guarda una esquina en la que se cocinan las deliciosas carnes del restaurante

¡Atención! Porque este plato no es el que parece. ¿Alioli? ¡No! Son unos postres de limón / Foto: Emma Porta

Cal Travé se ubica justo en medio de Solivella, a pie de la carretera que sube hacia Andorra. Dentro, un pequeño recibidor y una solemne barra a mano derecha te dan la bienvenida a un espacio que respira tradición. La sala, con una quincena de mesas paradas con manteles blancos, está decorada con diferentes objetos que llaman la atención, como un conjunto de instrumentos musicales o una pequeña colección de relojes de cuco. En el fondo, una imponente brasa guarda una esquina en que se cocinan las deliciosas carnes del restaurante, y una gran puerta de cristal guarda las botellas de vino de la bodega.

Los dos entrantes que compartimos y el plato principal que comimos eran excepcionales

Comida de temporada

Seré sincero: a Cal Travé fuimos pensando que comeríamos calçots; unas expectativas que no se cumplieron, pero que no arruinaron ni mucho menos una comida excelente. En la carta que nos trajeron solo había los platos a escoger y las recomendaciones del chef. No vimos en ningún sitio que se ofrecieran calçots. Al cabo de un rato, sin embargo, vimos en otra mesa a un grupo de abuelas comiendo calçots. Alguna cosa se nos había escapado; sabe mal ver que no nos han ofrecido lo mismo que en al resto. En cualquier caso, los dos entrantes que compartimos y el plato principal que comimos eran excepcionales.

Las manitas de cerdo son tan tiernas que se podrían comer con una cuchara / Foto: Emma Porta
La cazuela de conejo es sabrosísima / Foto: Emma Porta

Por un lado, el aperitivo de la casa, la xatonada y los caracoles, los actores secundarios de unos entrantes protagonizados por el alioli. ¡Qué alioli! Hecho a mano por la familia que regenta el restaurante, es digno de comérselo a cucharadas, o mojado con una rebanada de pan. Un pan de diferentes sabores –cebolla, tomate, oliva, sobrasada... – que hacen de forma artesanal cada mañana. Cal Travé destaca por servir casi todos los productos de la casa: desde el pan hasta las verduras, pasando por los vinos que elaboran en su bodega.

Los guisos que probamos son de otra dimensión

Caracoles, arroces y guisos de escándalo

Por otro lado, los segundos. Cuatro platos maridados con vino tinto de la casa –un DO Conca de Barberà; en Cal Travé 'de la casa' quiere decir, literalmente, hecho en casa– que nos hicieron alucinar. El arroz con gambas es crujiente y tostadito; las costillas de ternera se deshacen solo de mirarlas; y los guisos que probamos son de otra dimensión. Un sofrito sabrosísimo que no puedes parar de comer y una salsa deliciosa acompañan unas manitas de cerdo que se podrían comer con cuchara de tiernos que son.

El arroz te avisan que será 'al dente', pero no te esperas que esté tan crujiente y bien cocido / Foto: Emma Porta
Las costillas de Cal Travé están para chuparse los dedos, y con guarnición de temporada / Foto: Emma Porta

De postre, más platos caseros: alioli de cítricos y raviolis de limón. Dos postres ácidos y potentes servidos de una manera muy original. El café, el chupito casero de rigor y el aperitivo de despido de cortesía ponen el punto final a una comida fantástica. Un aperitivo, por cierto, servido en probetas, que le da un contrapunto moderno a la cocina tradicional del restaurante. La cuenta, con un precio justo que ronda los cuarenta euros por cabeza, vino incluido. Una calidad excepcional, recomendada en la Guía Michelin, que permite convertir una comida excelente en un recuerdo memorable.