En Barcelona se abren decenas de restaurantes nuevos cada día. La oferta gastronómica es casi infinita, y a veces cuesta mucho saber qué vale la pena y qué no entre tantos locales diferentes. Pero hace dos semanas, junto al mercado de Sant Antoni, abrió un restaurante destinado a triunfar entre la clientela local. Un espacio en que se cocina con el producto más fresco del mercado, y donde la experiencia de casi 30 años del chef Gerard Bellver convertirá el Jiribilla en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.
Un bagaje excepcional
El chef Gerard Bellver se marchó a México cuando solo tenía 12 años. Allí ha vivido casi 30 años, durante los cuales se ha formado en algunas de las mejores escuelas de cocina del mundo (Arzak, el Bulli, Biko) y donde ha aprendido de primera mano las técnicas y las costumbres de la gastronomía mexicana. Un talento que ahora vuelve a casa para abrir el Jiribilla en Barcelona, un local que, sin ser ni un mexicano ni un restaurante de alta gastronomía, combina elementos de los dos mundos para ofrecer una cocina de lo más exquisita y sorprendente. Acompañado de un equipo atento y profesional, el Jiribilla se define por su mismo nombre. Y es que 'jiribilla' es una expresión mexicana que hace referencia al hormigueo previo a algún acontecimiento importante; la sensación de anticipar alguna cosa buena que está a punto de suceder. Unas mariposas en el estómago que se empiezan a sentir tan pronto como pones un pie en el restaurante.
'Jiribilla' es una expresión mexicana que hace referencia al hormigueo previo a algún acontecimiento importante; la sensación de anticipar alguna cosa buena que está a punto de suceder
Un espacio polivalente
El Jiribilla no es un restaurante cualquiera. Situado en la calle Comte Borrell 85, queda justo en frente del Mercado de Sant Antoni. Una ubicación privilegiada que define en gran parte la cocina que se hace en el restaurante. Lo primero que llama la atención, una vez dentro, es la amplitud de la barra que preside la recepción. Una larga barra abierta de estilo industrial, con espacio para una veintena de personas, en la cual se puede tomar desde un cóctel hasta un vermú, pasando por un buen surtido de tapas o alguno de los platos principales de la carta. Una parada obligatoria antes de pasar al comedor principal, o un rincón donde hacer un bocado rápido antes de seguir con el ritmo acelerado de una ciudad como Barcelona. Detrás de la barra, la cocina abierta es una ventana al resto de mesas del local, dispuestas de manera espaciada para que cada comensal pueda disfrutar tranquilamente de la comida. Los colores cálidos, la luz tenue y la sutil música de fondo hacen que te sientas como en casa. Un espacio polivalente pensado para los que no tienen tiempo de más y tienen que picar alguna cosa rápida, pero también para los que les gusta tomarse el tiempo de disfrutar de una buena comida con la familia o los amigos.
Una cocina sorprendente
Comer en el Jiribilla es disfrutar de una sorpresa tras la otra. A pesar de no definirse como mexicano, si te han hablado antes de él es probable que lo concibas como un sitio más donde zampar cuatro tacos y salir con la lengua al rojo vivo. Pero no, nada más lejos de la realidad. Las técnicas con las cuales cocina Gerard Bellver sí que son de origen mexicano, pero el producto que se utiliza es todo de origen catalán. El Mercado de Sant Antoni es la despensa del Jiribilla.
Las técnicas con las cuales cocina Gerard Bellver sí que son de origen mexicano, pero el producto que se utiliza es todo de origen catalán
Aunque los nombres pueden sonar extraños y llenos de ingredientes lejanos, la carta (con no más de una quincena de platos) mantiene un equilibrio perfecto entre variedad y contención en la oferta. Un equilibrio que también se nota en el sabor de los platos, llenos de matices y casi sin picante. Porque un plato que pica, si te gusta, lo disfrutas. Pero si no lo toleras, se te puede llegar a hacer muy pesado. Por este motivo en el Jiribilla se sirven platos suaves, que después tú puedes convertir en picantes con las diferentes salsas que se sirven aparte. Además, la presentación de todos los platos es impecable; muy cuidada pero sin sofisticaciones innecesarias.
El Mercado de Sant Antoni es la despensa del Jiribilla
¿Alguna recomendación? Sinceramente, todo. Escoge lo que mejor pinta te haga o déjate sorprender por la propuesta de Gerard, pero prueba todo lo que puedas, porque no hay nada que no sea delicioso. En definitiva, el Jiribilla es un restaurante muy joven, con solo 2 semanas de vida, donde se come mucho mejor que en algunos locales consolidados de la ciudad. Una opción a tener en cuenta a la hora de escoger dónde comer si os movéis por Sant Antoni y una apuesta segura si queréis sorprender a alguien llevándolo a comer a algún sitio especial. Calidad de primera, producto de proximidad y cocina de excelencia, todo a un precio contenido. Un lugar donde puedes comer bien por menos de 30 € con el sello de calidad de un chef de primer nivel.