A una pizza le pedimos muchas cosas: que nos reconforte, que nos cuide una resaca, que sea un bocado barato y fácil y rápido, que guste a todo el mundo, que tenga buenos ingredientes, que sea adictiva, que no se nos haga pesada. Porque, en definitiva, lo sabemos lo bastante bien: una pizza es mucho más que una receta; una pizza es una promesa de felicidad. Yo estoy a favor de todo eso y todavía más: de las pizzas bien cocidas que no quedan crudas por ningún lado, de los cornicione que tienen la anchura justa y que no le ganan demasiado territorio al relleno, de las masas bien quitadas y sabrosas y, sobre todo, de no encontrarme hojas de albahaca quemadas en mi margarita.

En Barcelona tenemos suerte porque en la pizzería Gina Balmesina nos hacen felices con sus pizzas en un espacio minimalista fuera de la estética de pizzería clásica justo en medio de una de las calles más plácidas de Barcelona: Riera de Sant Miquel, 29. En mesa ponen pizzas, cócteles de aperitivo como el americano, el negroni o spritz con tres bases a escoger (aperol, campari o licor de flor de saúco), cervezas de la ciudad, de Cyclic y Garage, y vinos naturales con un gran porcentaje de producciones catalanas, seguidas de otros del resto del estado y alguna incursión italiana. Además, entrantes tan golosos como el roast beef de vaca vieja con carpaccio de setas portobello y salsa verde, o el puerro al horno con romesco.

Roast beef de vaca vieja con portobellos / Foto: Rosa Molinero Trias

Dicen los expertos que la primera vez que se visita una pizzería hay que escoger una margarita porque nos dará la medida de las habilidades del pizzaiolo. El motivo: es una pizza muy sencilla, de pocos ingredientes, y eso hace que no se puedan enmascarar los defectos. Ahora bien, yo la escojo siempre (y no solo la primera vez) porque soy de la opinión de que la margarita es una receta tan buena como el gin-tonic, es decir, que no le hace falta nada más, es imposible de mejorar, es la pizza perfecta, sin embargo, si no te gusta o si prefieres las pizzas más cargadas de sabor, no te esfuerces porque aquí no hemos venido a pasar ninguna prueba de gastrónomo.

Dicen los expertos que la primera vez que se visita una pizzería hay que escoger una margarita porque nos dará la medida de las habilidades del pizzaiolo

En Gina Balmesina, aparte de una margarita impecable, tienen más en un menú corto, pero eficiente, como la de calabaza y butifarra, que lleva salvia y Parmigiano, la carbonara trufada o la 4 quesos, con mozzarella, gorgonzola, burrata, ricotta ahumada y tomillo. Además, ofrecen la opción de 'veganizar' todas las pizzas susceptibles de serlo con queso vegano Mozza de la también emprendida del barrio Väcka, que lo elabora con almendras ecológicas.

Puerro al horno con romesco en el restaurante Gina Balmesina / Foto: Rosa Molinero Trias

A los postres no llegué porque aquel fue un día gastronómicamente intenso, pero tienen los clásicos italianos: tiramisú, pannacotta, affogato o helado de gianduia. Para acabar, aquí se puede coger buen café porque lo que utilizan es de especialidad, tostado a pocos metros, en el tostador y cafetería Slow Mov.