A golpe de flash. Así es un paseo por la ciudad de Barcelona, un día cualquiera y un mes cualquiera. Despierta mágica y encanto siempre, en todos las calles y monumentos. En pie de calle tiene realmente puntos increíbles para contemplar, ¿pero y los sitios aéreos? La capital catalana concentra puntos de interés -turísticos y no turísticos- en los que vale la pena dejársele pasar y admirar unas vistas exuberantes. Ojalá sin tantos móviles, ya que la mejor cámara de todas las que veo y he probado son nuestros ojos. Un sentido, el visual, que si se fusiona con el sentido del gusto, es una explosión de sabores y placeres única y deleitosa.

360 grados de platos marítimos y tradicionales

El restaurante 11 Nudos se alza en la cúpula del centro comercial Las Arenas. En una magnífica última planta exterior, este establecimiento ofrece unos platos que, combinados con las vistas que se desprenden del entorno, supongo un cóctel exquisito y casi único en la ciudad condal. El nombre, de hecho, lo interpreto en el doble sentido visual-gustativo: por una parte, la clara esencia mediterránea y marítima del local, y de la otra, el nudo en el estómago que te enturbia por dentro cuando disfrutas con las impresionantes, pero vertiginosas, vistas.

Salmón en la parrilla con salteado de verduras / Foto: Jordi Tubella

Una despampanante carta de cócteles, aperitivos y bebidas da la bienvenida solo sentarse en la mesa. Yo opté por una de las principales recomendaciones del servicio: el Nordesiño, un aperitivo fresco, con un toque de Montecillo Albariño, uva y tónica. Antes de adentrarnos en los platos principales, los aperitivos calmaron el hambre efervescente. Y de qué manera, escucha. Alucinante hace corto. Un jamón Cinco Jotas de bellota 100% ibérico con un poco de pan con tomate me hizo salir los ojos de las órbitas. Siguiente y último aperitivo, lo mancho de costilla ibérica, mayonesa de su zumo y verduritas encurtidas. Una oda a la importancia de las previas en los restaurantes, que siempre permiten pronostica el nivel en el cual se situará el restaurante. Y, en este caso, se cumplió.

Impactante, contundente y excelso: un tridente por maravillar

Avanzamos al acto principal de la comida. En este caso, formado por un tridente para maravillar. Impactando, contundentes y excelsos serían tres adjetivos acertados por cada uno de los platos. En un primer lugar, y por orden de más suave en menos o de menos intenso además, empezamos por un steak tartar de filete 100% ibérico, tostadas de pan y patatas fritas (22 €). Un plato nada empalagoso, que se deshacía en el paladar mientras las ganas de ponerme más cucharadas en la boca me inundaban el pensamiento. Y el dúo final para ir jugando con los sabores y relajar un estómago que ya empieza a verse con problemas: un más que correcto salmón en la parrilla con salteado de verduras (22 €) y, por el otro lado, un arroz de mar y montaña que su precio, 18 euros, parecía irrisorio por la calidad que desprendía este plato.

Steak tartar de filete 100% ibérico / Foto: Jordi Tubella

Tengo que reconocer, visto con perspectiva, que pequé de optimismo y tuve que renunciar a los postres. Que, sin embargo, puedo reseñar a través de los ojos que me permitían ver cómo los comensales de las mesas del lado, con más experiencia que yo, pudieron degustar con todo el lujo de mundo. Un pastel de queso con compota de frutas del bosque, un muerto de chocolate, un tiramisú de Amaretto Disaronno o una crema quemada para hacer las delicias de los paladares autóctonos.