En Barcelona, así como en cualquier ciudad y pueblo de Catalunya, hay restaurantes de todo tipo. Incluso casas de comidas que no son estrictamente restaurantes. Pero más allá de la apariencia del lugar donde comeremos, es importante saber qué hay en el interior, qué es aquello que la mayoría de los comensales ignoran. Eso es porque no es lo mismo, ni mucho menos, un restaurante familiar que acumula generaciones al frente y una clientela fiel que reconoce la esencia, que un restaurante que forma parte de un grupo que posee, quizás una decena de establecimientos. No digo que una cosa sea buena y la otra mala, quiero dejarlo claro, sino que hablamos de dos realidades completamente diferentes.

Restaurante GatoPardo: cocina 360 grados en un amplio comedor formal

En frente mismo del Arco de Triunfo, uno de los puntos más concurridos de la capital catalana, se levanta el restaurante GatoPardo. Este espacio forma parte del segundo bloque que mencionaba antes, de los restaurantes de grupo. Eso, insisto, no es malo. Por ejemplo, en el GatoPardo puedes degustar unos platos de la cocina italiana muy bien ejecutados.

Platos restaurando GatoPardo / Foto: Jordi Tubella
Croquetas de jamón ibérico y de setas y trufa / Foto: Jordi Tubella

El comedor, amplio y exageradamente formal, es seguramente la pata donde cojea este restaurante. Característica de los grupos, estos lugares acostumbran a no tener una identidad propia y natural, sino algo impostado. En este caso, directamente optan por la sencillez en la decoración, mobiliario y atmósfera interior. Poca cosa a decir, excepto la cocina que se muestra a vista del comensal, un aspecto siempre valorado muy positivamente. 360 grados de cocina desnuda que enseña a los cocineros elaborando y preparando los platos antes de servirse en mesa.

Platos restaurando GatoPardo / Foto: Jordi Tubella
Pizzeta fontina con huevo y aceite de trufa / Foto: Jordi Tubella

La carta no es muy extensa y se divide en aperitivos, entrantes, pizzas, pastas, pescados y carnes, y dulces. De aperitivos destacan mortadela con focaccia al rosmarino o el dip de pimientos rojos asados y nueces. Yo opto por unas notables croquetas de jamón ibérico y de setas y trufa.

Platos restaurando GatoPardo / Foto: Jordi Tubella
Carpaccio de ventresca de atún con yema curada / Foto: Jordi Tubella

Sopa fría de tomate, burrata con pesto, higos y tomates confitados, el clásico vitello tonnato de filete o dos carpaccios —uno de ternera y uno de ventresca de atún— forman unos entrantes de nivel. Las pizzas, todas de dimensiones pequeñas, tienen una masa fina y crujientes fácil de zampar. En mi caso, opto por pedir una pizzeta fontina con huevo y aceite de trufa, pero también puedes apostar por una de burrata, tomate seco y pesto u otra de mortadela, stracciatella y pistacho.

Platos restaurando GatoPardo / Foto: Jordi Tubella
Ravioli de ricotta, pesto de pistacho y guanciale / Foto: Jordi Tubella

Precisamente, de pistachos es el plato de pasta que me aventuro a probar. Unos raviolis de ricotta, pesto de pistacho y guanciale que no son lo que esperaba. Sin decepcionar, pero tampoco sin apasionar, no pienso que podría haber apuntado para el papardelle con ragú de osobuco y gremolata. O, también, el risotto de setas y parmesano o el paccheri con tomate fresco, stracciatella y 'nduja.

Platos restaurando GatoPardo / Foto: Jordi Tubella
Rodaballo al limón y salvia / Foto: Jordi Tubella

El rodaballo al limón y salvia brilla por encima de los platos, una opción sabrosa antes de enfilar hacia los postres. Tiramisú, pastel de queso y pistachos o las trufas estilo Ferrero Rocher son algunas opciones por las que te puedes decantar.