Eduard con su eterna copa de vino en la mano, sonriendo de oreja a oreja, en una de las salas del Konvent llena hasta los topes, junto a los músicos que le acaban de dedicar una canción. El grupo son los Za!, que celebran 20 años rodeados de amigos y rescoldo, el Konvent es un laboratorio internacional de creación artística y social en el corazón de una excolonia textil del cauce del Llobregat y Eduard es Finestres, uno de los fundadores del Konvent y motor y alma del restaurante Corpus de Berga.

El restaurante Corpus de Berga: el mejor menú de mediodía

Es un amor que viene de lejos, el que le profesamos: de hace quince años, cuando cocinaba en el Vermell de Manresa y organizaba el festival Gargall y los Sirles íbamos a menudo a hacer alaridos y atiborrarnos como bestias, pasando por las mil y unas fiestas, presentaciones, recitales y festines que hemos compartido en el Konvent, lluvia o nieve, abrazados en la estufa de leña o saltando en pelotas hacia los pozos más helados y recónditos.

Eduard es inteligente, sensible, currante y más que visionario, culo de Jaumet: su inquietud creativa es lo que le mueve cada día y le hace estar en formación continua. Está totalmente a favor de la incertidumbre del vivir y en contra de la mecanización y mercantilización de la vida: su magín siempre se ingenia alguna y siempre maquina películas y nuevas maneras de enredar. Hace arroces para ochenta y calçotades maricas, reivindica los vinos naturales y las variedades locales y así que puede se lo carga todo en comidas pantagruélicas por los rincones del país, para ver qué se cuece y sobre todo para saber qué no tiene que hacer.

Cuando voy al Corpus —escondido en una placita de la Berga atávica— me pongo en sus manos: que me traiga lo que quiera, que todo siempre es un festival. Si podemos comemos en la bodega, una sala preciosa de piedra, hierro y filas y filas de botellas con una mesa cuadrada para una docena de comensales donde he vivido experiencias gastronómicas irrepetibles. Esta última vez, para empezar, nos llevó unas deliciosas caballas escabechadas con cítricos y una sorprendente crema de coliflor con conejo, piñones y trompetas de la muerte («es la última seta antes de las heladas», nos explica).

Restaurante Corpus de Berga Foto Martí Sales
Platos del restaurante Corpus de Berga / Foto: Martí Sales

El arroz fue de pintada, calabaza y trufa: nunca había probado y creo que lo recordaré toda la vida. Todos los ingredientes son de la región y de temporada, y cada semana —cada día, incluso, diría— mira qué tiene y qué puede hacer y qué se inventa, dependiendo del momento y del estado de ánimo, aguzando el oído en el mundo y qué le pide el cuerpo: es este arrebato y esta creatividad encendida lo que caracteriza el Corpus y lo convierte en un lugar de peregrinaje.

Hace arroces para ochenta y calçotades maricas, reivindica los vinos naturales y las variedades locales y así que puede se lo carga todo en comidas pantagruélicas por los rincones del país

De vino nos lleva macabeo fresco encantador —En Moviment 2, de Bàrbara Forés- para los entrantes y un tinto 100% escursac, uva genuina de Mallorca que va de perlas con el arroz —de Lo Vilero de Sistema Vinari. Finestres sabe mucho de vinos: con el Konvent han tenido el bar de vinos Victòria en Gironella y hace tres años que organizan "Que rebenti la Baells", la feria de vinos de mínima intervención con el mejor nombre del mundo.

De postres probamos el pastel de chocolate, el de queso y el de plátano, todos buenísimos y sin gluten, porque los hacen con harina de maíz de proximidad de verdad: de El Escairador, un proyecto de Cal Rosal, la antigua colonia fabril donde está el Konvent. Y no me puedo olvidar de hablar del aceite, Terra La Vita, que hace a la familia Finestres en un molino de la Noguera y es bestial: vamos mojando entre plato y plato y como nos enamoramos, compramos una botella porque se lo vale. ¡Por si todo eso os pareciera poco, este banquete lo tenéis en el Corpus los mediodías por solo 28 €!

En el Corpus, otro veces, también he comido un fabuloso pulpo de montaña —que es como dicen en la oreja de cerdo— o platos hechos con guisante negros, autóctonos de la comarca. Como dice Eduard en una entrevista con el compañero Marc Casanovas, «una legumbre es una legumbre, pero aquí hacemos que los cereales antiguos y recuperados del olvido bailen tecno», y es exactamente así.

¡Por si todo eso os pareciera poco, este banquete lo tenéis en el Corpus los mediodías por solo 28 €!

Eduard, acabada el trabajo y limpia la cocina a ritmo de electrónica de la buena, comiendo con sus compañeros y comentando la jugada con los re-rezagados. Eduard, de buena mañana, cogiendo las hierbas aromáticas del huerto del Konvent que después utilizará para el Corpus. Eduard abriendo su casa y su corazón nada más empezar, que todo él es grupo y celebración. Eduard al amanecer, con la eterna copa de vino en la mano, después de otra noche labrada a fondo, con aquella sonrisa astuta y la gamberrada y la acracia por estandartes, explicando la próxima aventura e invitando: ¡Eduard, qué suerte tenemos de tenerte!