El Viernes Santo se levanta con el sol naciente y la compañía de un olor de primavera y de vacaciones que hace impensable quedarse en casa tumbándose todo el día. Después de unos encargos necesarios, decidimos arrancar el motor y hacer un breve rato de carretera y manta hasta llegar a la preciosa villa de Rupit i Pruit. Nos encontramos en medio de la ruta, pasando por la C-153 y, de repente, un vehículo de Protección Civil nos cierra el paso alertándonos de la imposibilidad de llegar a nuestro destino porque el aforo máximo permitido echaba humo. Desilusionados, optamos por aparcar el coche en un trozo de arena al lado de la vía donde nos encontramos y empezamos a pasear por el minúsculo núcleo de Cantonigròs, calles que conforman el pueblo de l'Esquirol, en Osona.
No hay que pasear mucho, sin embargo, para tropezarse con el restaurante Cal Carreter, una brasería de carretera donde hacemos parada antes de reanudar la marcha. La decisión, sin embargo, es tan acertada como benevolente. Abrimos las puertas de este bonito establecimiento de piedra, con una barra en la entrada y mesas de madera dispuestas en un sol de comedor de dos plantas muy acogedor. La sensación es de consuelo, aquel aroma de adentrarse en la cocina de la abuela y entablarse con la sonrisa gastronómica de aquel quien está a punto de tapizarse un excelente menú de mediodía.
Una mujer, propietaria del local, y un amigo suyo lo ayudan a servir los platos y que los comensales no pasen hambre. Desde hace unos tres años aproximadamente, este empedrado cogió el nombre de Cal Carreter para llenar los estómagos de los vecinos de Cantonigròs y todos aquellos que deciden, como nosotros, ir a hacer el paseo a Rupit.
Atemorizados por encontrarnos con un varapalo económico que no habíamos previsto, ya que nuestras fiambreras esperaban en el coche, lo que tenemos delante de nuestros ojos es un increíble, convincente y enérgico menú de mediodía rellenos de platos tradicionales de la cocina catalana y de aquellos fogones de nuestras abuelas que todos hemos probado a lo largo de nuestra infancia.
En definitiva, un menú por solo 24 euros que incluye un primer plato, un segundo plato y postres, con el pan y el agua incluidos. En primer lugar, la oferta se divide en unos cremosos y calientes canelones de la yaya, una ensalada colorida y agradable con queso de cabra y frutos secos, una tierna sopa de pan tostado con 'pilotilles' o un fideuá con alioli.
Con respecto a los segundos platos, destacan un bacalao con chanfaina, un churrasco de ternera a la brasa con patatas donde está prohibido escatimar con la sal, un dulce frincandó de ternera con setas, una aclamada butifarra de Cantonigròs con judía cocida, una chuleta hecha a baja temperatura con salsa barbacoa (suplemento de cinco euros) o un guiso de rabo de buey para enmarcarse un señor plato.
Finalmente, y si tienes un pequeño agujero todavía, los postres bien exquisitos con que te puedes deleitar son una crema catalana, un casero y cremoso pastel de queso con frutos rojos, un buenísimo requesón de Can Toni con miel de Tavertet y nueces o las correctas trufas de cacao con nata.