Múrria es un sitio histórico de la ciudad. Abierto inicialmente como una tienda de comestibles el 1898, desde hace dos años opera también como restaurante. Porque, ¿a quién no le ha apetecido alguna vez ponerse a comer y a beber, con el hambre estimulada por aquello que está comprando?

Colmado Múrria: el restaurante de tres siglos de historia

Aquí quizás vienes a comprar y te acabas sentando a degustar una buena tabla de quesos o alguno de los platos con el sello del cocinero Jordi Vilà, sea un steak tartar de filete de ternera con anguila ahumada, una tortilla de pan con tomate y jamón, macarrones de asado, papillota de lubina con duxelle de trufa o albóndigas con sepia. Hay para escoger y remover: desde los clásicos de bar hasta platos para mojar pan y sentarse a la mesa.

Albóndigas con gambas / Foto: Cedida
Albóndigas con gambas / Foto: Cedida

O viceversa: llegas para hacer un beber y sales por la puerta con la mortadela que acabas de probar y el espumoso que la ha acompañado. Y es muy posible que si pasas a comprar, encuentres a Joan Múrria, alma del antiguo Colmado Múrria, que ha capitaneado durante casi medio siglo la tienda, y lo veas envolver, cortar y atender con la traza que dan tantos años de experiencia.

El Colmado Múrria es una histórica tienda de comestibles con tres siglos de trayectoria que, desde hace dos años, también opera como restaurante sirviendo unos auténticos platos exquisitos de cocina catalana

Patata rellenada con butifarra / Foto: Cedida
Patata rellena con butifarra / Foto: Cedida

La sala, comandada con mano izquierda y precisión por el sumiller Toni Merino, consta de barra, mesa común y mesas altas, y un par de mesas más allí donde había la trastienda. El espacio, cómodo, elegante y festivo, con el estilo modernista catalán que lo caracteriza por dentro y por fuera (es quizás la fachada comercial más bonita de toda Barcelona) ha atraído las miradas de los turistas. Y quizás lo ha hecho un poco demasiado: tuvieron que poner un cartel en la puerta, avisando de que cada foto en el interior costaría 5 euros, porque el restaurante se llenaba de curiosos que querían capturar la imagen, pero ni comprar ni beber nada.

Mesa|Tabla de quesos / Foto: Rosa Molinero Trias
Tabla de quesos / Foto: Rosa Molinero Trias

El buen trabajo de Merino con respecto a la elección de vinos se nota a la carta y en el menú de vinos en copas, variado, cambiante, interesante. Despierta la curiosidad incluso del bebedor más desganado. "No tenemos ni demasiado Rioja ni demasiado Riberas. De las 150 referencias, un 65% son nacionales y un 45% internacionales. Hay lo que me gustaría encontrar a mí cuando voy a un restaurante. No vayamos a buscar el precio barato, sino la calidad".