Barcelona es una ciudad afortunada: tenemos sol, tenemos mar y tenemos el Enigma. Albert Adrià y su equipo de cocina y sala hacen aquí un restaurante que refleja aquello que la gastronomía ha sido, es y será. Las ideas en cada plato tienen la potencia de una flecha disparada por el más diestro de los arqueros, y siempre hacen diana. Detrás, esfuerzo, empuje y tenacidad que se materializan sin costuras en una experiencia sorprendente, con puntos lúdicos y de otros reflexivos.
Restaurante Enigma: una cena estrellada de lujo en Barcelona
Dice Albert Adrià que ofrecer una experiencia es una cosa fácil de decir, pero difícil de hacer. A pesar de eso, es lo que quiere: ofrecerla a través de su menú degustación (240 €) y “hacerlo según la temporalidad de los productos, con lógica para tratarlos y cocinarlos.”

Desde la bienvenida con el agua de frambuesas directa de un precioso samovar hasta el gofre de cacao y haba tonka que cierra el menú, el comensal atraviesa un bosque poblado de técnicas antiguas y nuevas, producto nacional e ingredientes foráneos y recetas estimulantes que hacen pensar: ojalá esta comida sea infinita.

Preguntado por la intención del restaurante en esta temporada, Albert Adrià explica que el objetivo “es ir creciendo poco a poco, ofreciendo platos nuevos y redondeando el menú para hacer felices a los clientes, a los que doy las gracias porque estamos llenando cada noche”.

El 18 de marzo, el día de mi visita, compruebo que la sala del Enigma está llena, pero no solo eso: en este espacio que parece una nube, que da un poco aquella sensación de cuando los traspasas en un avión, está el calor de tu bar preferido. A cada mesa se sirve una de las cocinas más desarrolladas del mundo y no hay ni rastro de frialdad ni seriedad porque cada mesa es una fiesta.

De eso último, en buena parte, son responsables Xavi Alba, responsable de sala, y Frederic Oliva, responsable de sumilleres, dos inteligencias que ruedan rapidísimo y entienden a cada cliente para darle aquello que ni siquiera él mismo sabe que quiere.

Oliva explica, comiendo un plato combinado de lomo y patatas desde la Heladería Mimar de su Canet de Mar natal, que saca la inspiración “de Lionel Andrés Messi Cuccittini, de Josep Roca, del Ozzy Osbourne, de Ferran Centelles y de Carlos Orta”.

Con este elenco, la propuesta vínica no podría ser de otra manera: “vinos de poca producción, conocidos y desconocidos, con el criterio que tiene que gustar al equipo de sumilleres”. La clientela, dice, pide mucho de champán, vino blanco de la Borgoña y del Loire. “El 70% de nuestra carta es francesa. Nos gustaría mucho que los vinos locales fueran más competitivos”. Con respecto al maridaje, Oliva apuesta por hacerlo à la minute y según la nacionalidad del cliente.

“Es mejor compartir el conocimiento al hecho de que se pierda al olvido”. La frase encabeza el menú y dice Adrià que viene de elBulli, que “es una cosa que hacíamos y no nos iba tan mal”. Sin duda, Enigma lo consigue: es un restaurante memorable.