Sábado, últimos días de septiembre, pero la lluvia y el mal tiempo han dado una tregua. Todas las mesas del Mamut Beach Club, en Viladecans, están llenas de familias, grupos de amigos y parejas que apuran el tiempo de descuento del verano disfrutando de este restaurante, situado a solo un minuto de la playa y a quince de Barcelona, rodeado por un entorno natural protegido y bajo la atenta mirada de un majestuoso mamut, el animal más emblemático de este municipio del Baix Llobregat. Aunque este restaurante forma parte del grupo Lancaster, que dirige el chef Marcos Ruiz, tiene una identidad propia que se aleja del resto de locales del grupo. El restaurante ofrece una propuesta clara y definida, basada en la brasa, y lo hace con gran éxito.
Brasa a un paso de la playa de Viladecans. Carnes y pescado de calidad a la brasa para disfrutar en un espacio singular, con un aire de chiringuito sofisticado, cómodo y con una clara apuesta por la cocina de raíz catalana, pero modernizada. El espacio invita a pasar el día: empezar con un vermut, comer en la terraza, continuar con cócteles por la tarde, e incluso cenar. Se puede prolongar la estancia hasta la noche con unas copas. El espacio también es ideal para celebraciones privadas, con mesas largas y espectáculos en directo. Mamut ha inaugurado su escenario, ofreciendo música y espectáculos en vivo, combinando así la buena comida con una oferta cultural que garantiza un buen rato, tanto en verano como durante todo el año. Mamut no cierra en invierno, lo que permite seguir disfrutando de su propuesta gastronómica en cualquier estación.
Brasa y producto de calidad
Marcos Ruiz apuesta por la brasa en Mamut. La carta ofrece una selección de carnes, como filete, pluma, costilla y el chuletón de ternera, que es el rey de la carta, pero también pescados a la brasa, como el filete de lubina o la costilla de atún de almadraba, la reina. Calidad y elegancia en la presentación de los platos. Entre los entrantes, destacan la ensaladilla rusa, cuidada y bien ejecutada, un carpaccio de calabacín del parque agrario del Llobregat con queso parmesano y vinagreta, o una coca fuera de carta que aprovecha productos de temporada como los higos y los níscalos sobre una base de queso. También se pueden degustar croquetas de jamón ibérico o una tortilla vaga hecha a la brasa. Un detalle importante, cada vez más escaso: los acompañamientos también están muy cuidados. Patatas fritas caseras, pimientos del piquillo hechos a la leña y patatas al caliu, bien condimentadas con especias.
Aunque la brasa es la apuesta principal de Mamut, el restaurante también ofrece arroces, aprovechando el conocimiento de los chefs del grupo, expertos en este tipo de platos en el Embarcadero. Encontramos arroces como el seco de costilla, el arroz a banda con sepia y cigalas, el mar y montaña y el arroz negro. Los platos principales van acompañados de una carta de postres que refleja el ADN de la cocina catalana modernizada y adaptada a los gustos de hoy -y que se puedan disfrutar en una terraza a diez pasos del mar-, como la crema catalana de maracuyá y fresas especiadas, una versión innovadora de la torrija de Santa Teresa y un pastel de queso casero muy acertado. La carta de vinos, con una buena presencia de DO catalanas, y un servicio impecable, terminan de dar forma a un restaurante que parece pensado para subir fotos a Instagram, donde puedes llegar a pasar el día y la comida sí que está a la altura del magnífico escenario.
Personalidad propia
El Mamut Beach Club forma parte de un grupo de restauración que, bajo la dirección de Marcos Ruiz, se ha convertido en una referencia en el Baix Llobregat. El conjunto de establecimientos del grupo -Casanova Beach Club (CBC), Embarcadero y el Mamut Beach Club; y los chiringuitos, Carita Morena, La Xancla y el Mosquito- da empleo a 250 personas. El Mamut tiene una identidad propia y diferenciada, especialmente por su ubicación en un espacio protegido por la Red Natura 2000, lo que requiere ser muy cuidadoso con cualquier intervención que se haga.
Sin embargo, esto lo sitúa en un lugar casi idílico, alejado del bullicio habitual del Baix Llobregat y donde es fácil aparcar. La apuesta por la brasa y por ofrecer actividades culturales durante todo el año, a pesar de las trabas burocráticas, ha servido para hacer revivir a este mamífero de grandes colmillos que parecía extinguido.