En Barcelona, de restaurantes italianos, hay muchísimos. No es extraño si miramos las estadísticas de migración del Ayuntamiento: conforman el 11,60% de todos los migrantes de la ciudad. En total, 44.618 italianos que han hecho de nuestra casa su casa y, además, nos han ofrecido la cocina de su región. Es el caso de La Fame, un restaurante comandado por un cocinero romano y otro sardo, que han llevado las recetas familiares y también algunas innovaciones al barrio del Clot.
La Fame es un restaurante de barrio, para la gente que busque un sitio donde comer como en casa de la nona italiana que no tiene: con platos abundantes, contundentes y sabrosos. Por ejemplo, el supplì, la famosa croqueta de arroz con salsa de tomate y queso, grande, frita y viciosa, es un aperitivo típicamente romano que vale la pena probar aquí. Para quien quiera una vuelta nueva a el omnipresente porchetta: llega en forma de velo sobre una cama de ensalada y alcachofas, nada crujiente, con una salsa hoisin como la del pato Pekín y también salsa de trufa. La focaccia de romero, hecha en casa y servida con una salsa de tomate, es muy buena.
Tal vez muchos catalanes ya los han probado porque se sabe de la pasión nuestra de visitar el último reducto de la lengua catalana en tierras italianas: el Alguer
De segundos, optamos por adentrarnos en aguas sardas: fregola y culurgiones. Tal vez muchos catalanes ya los han probado porque se sabe de la pasión nuestra de visitar el último reducto de la lengua catalana en tierras italianas: el Alguer. Pero no solo la curiosidad lingüística nos lleva a visitar la isla vecina, sino las playas increíbles y su gastronomía marinera.
La fregola, una pasta en forma de pequeñas esferas, a veces allanadas ligeramente por dos extremos, es un clásico de la cocina sarda que conecta con las pastas del mundo árabe de forma similar, como el moghrabieh del Líbano y Siria o el maftul de Marruecos. Si bien en estos lugares se cocinan o bien como cuscús o con abundancia de caldo, en la Cerdeña y, en concreto, en La Fame, se cocina como si se tratara de un arroz marinero a la cazuela: caldoso, con canana, mejillón, gamba y cigala. Es de sabor potente y mediterráneo, que se absorbe por esta pasta minúscula, pero gruesa, confiriendo al plato una textura con mordedura.
Con respecto a los culurgiones, son una de las pastas rellenas más estéticas de toda Italia. Los de la provincia de Ogliastra, al este de Cerdeña, tienen una Indicación de Origen Protegido y se hacen tal como allí: queso pecorino, patata y menta. Son toda una delicia, con una masa delgada y cocinada al punto, y un relleno sencillo y sabroso, que extrae lo mejor de productos humildes combinados, sabiamente como solo sabe la tradición. Ahora se comen a diestro y siniestro, pero los culurgiones tenían un significado especial: en algunas zonas se comían por Todos los Santos, por Carnaval o a finales de agosto y principios, porque se creía que la espiga que se hace para cerrarlos recordaba al trigo, símbolo de fertilidad, y así se auguraba un buen inicio del año agrícola.