Existe la restauración más allá del centro: aquella que, precisamente, busca la esencia de barrio, la restauración entendida de forma popular, dónde se da cita a la gente que vive allí y conecta a las personas que regentan el bar o el restaurante con los que van a disfrutar. Proporciona confort sentarse en un taburete o en el banco, con una mesa delante, y saber que podrás hablar con los propietarios o trabajadores, buscando el contacto social simpático, sin que te haga falta compañía porque quizás la encontrarás allí. Y por descontado, que comerás y beberás fantásticamente. Esta sensación de comodidad y tranquilidad se encuentra en Sants, justo en una de las entradas (o salidas) del Parque de la España Industrial, en el restaurante Apät.
Restaurante Apät: cumplir ilusiones
El tejido de la restauración de base en nuestra ciudad lo han liderado emprendedores y emprendedoras que han mezclado la búsqueda de trabajo con la de cumplir ilusiones. El romanticismo que radica en muchos bares y restaurantes a menudo viene acompañado del autoempleo y es gracias a esta que el trato personalizado, de persona a persona, brilla con esplendor humano. Apät lo encarna a la perfección, ya que allí encontramos dos emprendedoras, Maria Belmonte en la cocina y Karine Ramos, en la sala.
Dos mujeres firmes, con un amplio bagaje profesional en la espalda y la seguridad de quien, con la madurez, sale a ganar o, cuando menos, a dejarse la piel en el intento. Maria lleva buena parte de su vida adulta menudeando la cocina con el estilismo fotográfico, una pasión que descubrió hará pocos años. Ella ha estado a las órdenes de Jean-Luc Figueras, Jordi Cruz y ha vivido el nacimiento de una de las instituciones gastronómicas de la ciudad, el Mont Bar, y estos solo son unos pocos de los ejemplos más relucientes de una profesión que Maria decidió abrazar de bien joven.
Con Apät ha dado el salto para liderar sus propios fogones, pero en esta aventura no está sola. Karine, una francesa con raíces portuguesas, es otro ejemplo de pasión y reconversión. Su sensibilidad le hizo conectar con los vinos, hará poco más de un lustro, enfocando su ocio a probarlos y adquirir conocimiento. En pocos años, su tenacidad la llevó a ir abandonando gradualmente su carrera en el marketing digital para entregarse a su formación, completada con un diploma superior cursado en el CETT.
En Apät, ambas han juntado lo que mejor saben hacer, haciéndolo tan bien como saben. De una forma orgánica y natural, sin fuegos artificiales pero con solidez. De la pequeña cocina del Apät, Maria sirve los platillos que le emocionan, que resumen el enfoque de alguien que ha vivido el glamur y busca la esencia, buceando en el producto. Son ejemplos la tostada de brioche con sardina ahumada en casa y aceite de hierbas aromáticas, preparando los sabores del verano para los del otoño, más potentes y concentrados, o el bonito curado con tartar de pimientos del piquillo y salsa de gilda y piparra, que se resiste a dejar el verano atrás. El tartar de vieiras sobre un tuétano asado, un plato delicado que propone una nueva versión del mar y montaña tan nuestro, puede ser la antesala de un plato más clásico y que, para Maria, es puro confort: el cordero con berenjena ahumada, yogur y pesto de menta. Una inteligente versión del kebab que ahora está tan de moda pero sin el pan, buscando el plato, el tenedor y el cuchillo.
Los (buenos) vinos no faltarán a ninguna comida del Apät, se encarga Karine con locuacidad y pasión: escogerá de entre la selección de vinos catalanes, franceses y lusitanos la mejor opción, adaptándose a la curiosidad que detecte en los comensales. "Del vino me interesan a las historias personales de los productores, conocer cómo viven con intensidad su conexión con la tierra y las cepas que cultivan", explica Karen. Una historia que no solo se encapsula en una botella, sino que Karen explica al comensal que lo prueba, porque de las 150 referencias que ahora tiene Apät, conoce las historias de todos estos productores de vinos naturales.
Esta pequeña joya de Sants se tiene que disfrutar, y quizás hará falta más de una visita. Es uno de los restaurantes donde se siente que tiene ganas de volver, tan pronto como sale, porque encuentra precios contenidos que no renuncian a la calidad (se tiene que contar con unos 35 € por barba), trato próximo y profesional y la sensación que probará novedades, tanto en el plato como en la copa. Y en una ciudad donde últimamente parece que se ha abandonado la creación para replicar lo que funciona, es de agradecer.