Son muchos los restaurantes que definen su oferta como "cocina de mercado", un término que hace referencia al uso de producto local y a las técnicas tradicionales de cocinar. Pero si hablamos del Tierra Brava, la "cocina de mercado" hace referencia, literalmente, a cocinar dentro de un mercado. Así es la oferta gastronómica del restaurante ubicado junto a los puestos de toda la vida del Mercat del Ninot.
Restaurante de mercado
El restaurante Tierra Brava se ubica dentro del Mercat del Ninot. Se puede entrar desde el acceso de la calle Casanova o a través de la puerta que lo conecta con el interior del mercado. El local, adyacente a los puestos, es una sala alargada con dos espacios diferenciados; la barra de cócteles separa las mesas informales de la derecha de la sala principal de la izquierda y la cocina abierta del fondo. La luz es tenue, el ambiente es tranquilo y la madera y los colores cálidos hacen que el espacio sea elegante.
Vamos un martes al mediodía y el restaurante está lleno. En las mesas hay mucha gente con camisa y la mayoría disfruta de lo que parecen los platos del menú. Además de la carta, Tierra Brava ofrece un menú de mediodía por 25 € que incluye entrante, primero, segundo, postres y bebida. Con respecto a la carta, la oferta es extensa, con varios entrantes y platos de carne, pescado y arroz. Los entrantes son variados y a excepción de las croquetas y las bravas, hay pocos que sean tradicionales: aguacate a la brasa, cruasán de steak tartar o ceviche de camarones son algunos ejemplos. Optamos por probar las croquetas y por disfrutar, a pesar de ser fuera de temporada, de las alcachofas con butifarra, dos platos muy ricos que nos hacen augurar una comida de nivel.
Uno de los puntos más positivos del restaurante es que puedes pedir el arroz o la fideuá en raciones individuales
Comida de todo tipo
Después de los entrantes probamos la ensalada del huerto con vinagreta, que no deja de ser un plato de rúcula con una especie de salsa de tomate. Una ensalada que no está a la altura de los entrantes y que nos sorprende negativamente. Los platos fuertes de la comida son la costilla de ternera y la fideuá del señorito. Uno de los puntos más positivos del restaurante es que puedes pedir el arroz o la fideuá en raciones individuales. Los dos platos son correctos, melosos y tiernos, y combinan de primera con las respectivas copas de vino que hemos pedido. No son platos excepcionales, pero sí que están cocinados como toca y cumplen las expectativas que teníamos.
De postre, probamos el coulant de praliné de avellana y la tarta de queso, un imprescindible de las cartas de los restaurantes de hoy en día. Los dos postres son buenos y contundentes, especialmente la tarta de queso, que es cremosa y un poco líquida. Rematamos la comida con un cortado, satisfechos con el servicio atento y cercano, y salimos llenos del restaurante. No es el tipo de cocina de mercado que esperábamos, pero la céntrica ubicación y la elegancia del espacio hacen que valga la pena probar el Tierra Brava.