Gracias a la globalización -o más bien, por culpa de- es muy difícil calificar cualquier experiencia como única, algo especialmente notable en el mundo de la gastronomía. Ya no hace falta coger un avión para degustar platos típicos de lugares tan lejanos como Bolivia o Filipinas; basta con darse una vuelta por el barrio para encontrar un restaurante que se ajuste a nuestros caprichos culinarios del momento. En este sentido, la existencia de un establecimiento que destaque por su singularidad puede parecer toda una hazaña.

Este es el caso del restaurante Hungaryto, que abrió en pleno corazón de l’Eixample en el año 2010, erigiéndose como un lugar único donde probar los platos más típicos de Hungría, de sabores intensos y picantes, de alguna manera conocidos, pero, a la vez, con un trasfondo singular que le confiere una historia de algo más de 1.000 años.

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Mantener la herencia cultural a través de recetas

Zsolt Beke, fundador y chef de Hungaryto, y embajador de la Asociación Nacional de Gastronomía Húngara, tiene claro sus prioridades en la cocina: “Mantener y preservar la gastronomía de la ‘vieja escuela’”. “Hoy en día, es más habitual que los restaurantes traten con platos más rápidos porque son más rentables”, explica a La Gourmeteria, y añade que “para evitar esto, en Hungría designan los hungarikums, preservando todo lo que es la herencia cultural de los antepasados”.

Este afán por conservar la historia de Hungría a través de la gastronomía se traduce en una cocina donde se trabaja exclusivamente con productos y especias procedentes del país. "Únicamente trabajamos con productos autóctonos, y lo más importante, con especias húngaras". Solamente así se puede cumplir fielmente con los sabores originales de este país de la Europa Central. Y es que, para hacer bien un lángos, una especie de pan frito elaborado con harina, levadura fresca, patatas, aceite y leche, que, definitivamente, sabe mejor cuando el ingrediente principal, la harina, viene directamente de Hungría.

El lángos, una especia de pan frito / Foto: Orsolya Gazdagi

El origen del lángos está sujeto a debate; según algunas fuentes data de la ocupación otomana, en el siglo XVI, pero otras lo achacan a la época en la que Hungría formaba parte del Imperio Romano bajo el nombre de Panonia. Sea como fuere, actualmente es un clásico de los puestos de comida repartidos a la orilla del lago Balaton. La manera tradicional de servirlo es con crema de ajo, tejföl y queso.

Si hablamos de cocina húngara no puede pasar sin nombrar el gulyás, posiblemente el plato más internacional de todos. Originalmente, un plato de campesinos, en el siglo XIX llegó a las cocinas de nobles y burgueses. Una miríada de especias como el pimentón, comino, erős pista, entre otros, acompañan este guiso elaborado a base de carne, patatas y diferentes verduras; un plato que, a pesar de parecer simple, comporta un tiempo de cocción de hasta cuatro horas. Actualmente, la versión más común es en sopa que, desde el año 2017, se puede encontrar en la lista de productos hungarikum.

Gulyás / Foto: Orsolya Gazdagi

Hungría ha destacado tradicionalmente por una amplia variedad de platos nutritivos, con sopas y guisos, carnes rojas, manteca de cerdo y lácteos como el tejföl o el requesón, que rara vez se utilizan en otras cocinas. Pero no todo iban a ser platos contundentes; también abundan los dulces –eso sí, algunos más ligeros que otros- como el helado de lavanda. Los campos de esta planta de un intenso color violeta rodean la ciudad de Tihany, situada en la orilla norte del lago Balaton, y habitualmente se utilizan para preparar un helado de sabor único que deja un regusto prácticamente imposible de describir y que solo probándolo descubre uno si le agrada.

Helando de lavanda / Foto: Orsolya Gazdagi

En definitiva, los siglos y siglos de historia, desde los jinetes nómadas procedentes del continente asiático, hasta la llegada al poder de los Habsburgo durante el Imperio Austrohúngaro, han dotado la gastronomía del país de platos y sabores característicos y particulares que Zsolt Beke ha acercado a los comensales barceloneses con Hungaryto.