Estamos de enhorabuena. En las últimas semanas, los desayunos de tenedor han sido noticia. Todo es gracias a la iniciativa que tuvo durante la pandemia el periodista Albert Molins, que quiso compartir su debilidad por los desayunos de tenedor con el resto de aficionados en una cuenta de tuiter que ha ido creciendo y creciendo hasta que se ha convertido en una app, Esmorzapp.
Ha dado a conocer todos aquellos lugares que conservan una tradición amenazada por las tostadas con aguacate, los huevos benedictinos y otros ítems del brunch anglófilo
Pero, de hecho, ha hecho mucho más que eso, que ya es mucho: ha dado a conocer todos aquellos lugares que conservan una tradición amenazada por las tostadas con aguacate, los huevos benedictinos y otros ítems del brunch anglófilo, que cada vez han ido ganando más terreno en esta ciudad, que, de tan cosmopolita, a veces pierde el norte.
Y como la tradición no se hace sola, sino que hay que practicarla, me dirijo a Santornemi, un templo del desayuno de tenedor y de los mediodías, con una cocina del chup-chup y la maña del mojar pan y del decir: "por favor, felicitad a las cocineras".
La carta se divide entre platos para picar, como las croquetas o los buñuelos de bacalao, los caracoles o los calamares a la andaluza; los entrantes, como la esqueixada o la escalivada, la sopa de temporada o los garbanzos con butifarra negra; los segundos, donde encontramos la tripa y también el capipota, el fricandó y la mejilla, el cordero guisado, la mano de cerdo a la parrilla o los huevos con chistorra y patatas. Aparte, como acompañamiento, también se pueden añadir unas judías o unas patatas fritas. O, incluso, una ración de chanfaina.
El saber hacer en la sala tiene buena pinta de ver y ha generado una parroquia fiel y bien avenida
Los fuera de carta cogen la tradición y se lo llevan a dar una vuelta. Hay ensaladilla rusa hecha con una buena gamba, de la cual se aprovechan los jugos para ligar la mayonesa que lo une la patata, y es adictiva. Y hay civet de conejo, con guarnición de patatas y un fondo espeso que hace notar que el guiso se ha trabajado muy bien.
Aparte de todo lo que se come y apetece de comida en Santornemi (que es todo), hay algo más por lo que vale la pena llegarse hasta donde empieza la Avenida de Sarrià. El saber hacer en la sala tiene buena pinta de ver y ha generado una parroquia fiel y bien avenida que al llegar preguntan ¿'como ha ido el verano'?, y se les contesta con detalle, y se les devuelve un ¿'y como está tu mujer'? En definitiva, la palabra 'rescoldo' que está en su persiana, junto con 'cocina', 'comer' y 'beber', que fundamentan a esta santa casa, no están ahí porque sí. Sentarse en la barra o en la mesa en Santornemi es una oportunidad para disfrutar de una manera de hacer que ha definido la hostelería catalana durante décadas, y que ha ido perdiéndose a favor de la impersonalidad o, en el lado contrario, de una cierta infantilización del cliente. Pero aquí no: rigor, mano derecha, seriedad y estima.