Sí, cuando hace frío una sopa caliente y uno de esos vinos que te abrazan hacen maravillas. Igual que tenemos claro que con un buen consomé vamos a tomar vino, cuando se trata de sopas frías parece que cuesta más. No es fácil imaginar el maridaje de un líquido con un líquido: pero, ¿qué bebemos con las sopas? ¿Y más cuando son frías en verano? Cómo maridar dos bebidas sin que sea un combinado? Recuerda que sin una verdura la sopa fría puede ser un zumo. Las sopas frías tienen diferentes variantes pero una técnica común: la emulsión de la materia grasa, normalmente el aceite de oliva con el resto de ingredientes que al triturar los ingredientes queda una crema más o menos untuosa. En el maridaje, en las sopas en particular y en todos en general, es muy importante la parte aromática y gustativa y sobre todo la textura. ¿El secreto? Que la bebida sea aún más fría que el plato, por eso los vinos blancos, los rosados y los espumosos serán los protagonistas. El gazpacho y el samorejo son aún más refrescantes con el vino aunque cada vez hay más variantes de cerezas, fresas, sandía… pero ya es toda otra cosa y otro maridaje. Cuidado con el vinagre que le ponemos al gazpacho igual que el vinagre blanco a la sopa de ajoblanco que a la cantidad de ajo que se le pone al salmorejo cordobés. Fino Jarana de Lustao, un monovarietal de palomino de aroma punzante, almendrado y mineral.

Con el ajoblanco os recomiendo un vino que lleve moscatel porque llevará aún más frescor sobre el mantel. Como Muscat te recomiendo el Mu de Sumarroca DO Penedès, un vino orgánico de 13.5 grados de la añada 2020. Este blanco es seco aunque sus aromas nos recuerdan al albaricoque y cuesta 8.95 euros. El exotismo del verdejo será el mejor acompañante con sopas especiadas. Así que de esta variedad te recomiendo el Loess de la DO Rueda (8.95 euros en el Celler de Gelida), aromático, con buena acidez y con aromas retronasales que te harán soñar.